Marco teórico

La Universidad Nacional fue creada el 15 de febrero de 1973, desde sus orígenes se define a sí misma como la universidad necesaria, refiriéndose a que cumple con una misión social importante. Una de sus escuelas fundadoras fue la Escuela de Gimnasia y Cultura Física, en la actualidad denominada Escuela de Ciencias del Deporte (E.C.D.)

La E.C.D, como parte de la U.N.A. asume su función a nivel social, haciéndose parte de esa universidad necesaria. Esta responsabilidad debe dirigirse, entre otras poblaciones, a sus graduados. En este sentido, Argote, L., Duque A., González, L., Payán, A., Payán, C., Rojas, L., aportan una recomendación en su estudio, Los egresados y su desempeño en el medio: un desafío de las instituciones formadoras del recurso humano en salud, que dice: “La Universidad, la Facultad y los programas académicos deben definir estrategias operativas permanentes para el trabajo con egresados, que permitan conocer sus fortalezas y debilidades y ofrecerles alternativas de actualización…” (Argote, 2006. p. 6).

La U.N.A. en el artículo 209 del Estatuto Orgánico establece que “La Universidad no concluye su tarea, en lo que atañe a la formación de sus estudiantes, con la graduación, sino que espera que quienes hayan obtenido un título o grado, no interrumpan el proceso de formación permanente, ni se desvinculen de la Universidad, Esta procurará que su acción institucional repercute en el mejoramiento académico, profesional, humano y espiritual de sus egresados” (Estatuto Orgánico de la Universidad Nacional, 1993. P. 45).

Esto nos lleva a ver esta formación profesional como parte de una educación de adultos, necesidad establecida como tal por la misma UNESCO en su declaración Universal de Educación para Todos y que Sarrate (1997, p.45) afirma cuando se refiere a la función básica de actualización y renovación profesional de la educación de adultos.

Al respecto Giselle Silva (2008) nos dice “La formación inicial garantiza una carrera profesional estable, pero no garantiza calidad profesional comprometida. …, es necesario que las políticas educativas ofrezcan posibilidades de formación continua y busquen suplir tales exigencias” (Silva. 2008. p. 12).

Con todas las evidencias presentadas, está claro que la formación de los profesionales no termina con su respectiva graduación. Tanto el graduado como la institución que lo gradúa, deben procurar una continua generación y transmisión de conocimientos. Establecer vínculos que permitan al profesional actualizar o adquirir habilidades, destrezas y conocimientos para un adecuado desempeño laboral y personal.